.
Una mirada, una palabra o una simple insinuación son suficientes para comenzar un proceso de destrucción del otro. Los actos que llevan a cabo los depredadores emocionales son tan cotidianos que a veces parecen normales. Las víctimas callan y sufren en silencio. Mediante un proceso de acoso moral o maltrato psicológico, un individuo puede conseguir hacer pedazos a otro.
Así como en la naturaleza existen los depredadores animales que capturan y aniquilan a otros animales para alimentarse, en el ser humano también podemos observar un fenómeno similar, conocido como el acoso moral, protagonizado por los depredadores emocionales y sus víctimas.
El acoso moral o maltrato psicológico es un fenómeno que se da en todo tipo de ambientes, como en la pareja, en el trabajo, en la familia o en el grupo de amigos.
¿Cómo es el depredador emocional?
Según Neus Colomer, los depredadores emocionales ‘son personas que, sin llegar a tener un trastorno mental, sólo actúan y se relacionan para apoderarse de sus presas y de su poder en el entorno en el que se desarrollan’. Es decir, no son antisociales ni psicópatas, pero tienen la característica de que ni sienten ni tienen la capacidad para emocionarse. Para ocultar esta ‘miseria interior’ se dedican a imitar las reacciones de quienes los rodean.
El depredador emocional se distribuye entre todas las edades, estatus sociales, culturas y sexo. Aparentemente son sujetos normales, casi nunca líderes. Suelen ser tacaños, egocéntricos y narcisistas.
Los depredadores emocionales son personas que buscan su beneficio inmediato emocional -generalmente unido a sexual- sin reparar en absoluto el daño colateral que pueden llegar a causar. Son hedonistas, aparentemente felices, manipuladores de la conducta ajena, sabedores de la debilidades de los demás que utilizan en beneficio propio. Suelen tener habilidades sociales, gran atractivo sexual y personalidad brillante en algunos aspectos, y a la vez una gran falta de empatía, no entienden ni reparan en el daño ajeno. Mujeres con gran deseo de ser valoradas, admiradas y elogiadas. Hombres con deseo de conseguir conquistas.
Su objetivo es el desmantelamiento moral, personal, psicológico y sociológico de las víctimas, pudiendo conseguir muchos que éstas acaben con sus vidas.
Son individuos que se sienten profundamente inferiores aunque no den esa impresión, ya que se muestran arrogantes y grandilocuentes. Son sacos de remordimientos y rabia enmascarados. Suelen ser de fuerte ideología.
Sienten la necesidad de ser admirados, deseados, con ansias desmesuradas de éxito y poder. Presentan una desconexión con sus emociones, despreciando así, profundamente a sus víctimas.
Cuando son niños, suelen ser los típicos que tiran la piedra y esconden la mano, aquellos que causan las peleas pero que no se ven envueltos en ellas. Anhelan el protagonismo. En la adolescencia, son fríos y distantes, con poco éxito social, rodeados de uno o dos amigos, a los que manipulan. Y en la adultez se distinguen por ser arrogantes, manifestándose como poseídos de la verdad, la razón y la justicia.
A primera vista parecen sujetos controlados, sociables y aceptables, pero tras esta máscara se esconde un cúmulo de intenciones y procesos inconscientes mucho más complicado y enrevesado.
¿Quiénes son las víctimas de los depredadores emocionales?
¿Y quiénes son sus víctimas? Desde luego, no cualquier persona. La psicóloga catalana explica que, mientras los depredadores animales atacan a los más débiles e indefensos, los depredadores emocionales hacen lo contrario: sus víctimas son ‘personas que envidian, admiran o ven que el entorno lo hace’. Y aunque esto resulte extraño, tiene una doble explicación: atacan precisamente a esas personas porque temen que descubran esa ‘miseria interior’ de la que antes hablaba y, además, porque desean apropiarse de su don.
Lo que resulta curioso es que personas sobresalientes sucumban al ataque de estos depredadores. Pero, pensándolo bien, todos tenemos un punto débil. Poco importa el nivel de estudios o el grado de madurez que hayamos adquirido, porque los depredadores se dedican a estudiar a sus víctimas antes de atacarlas. Adulan al vanidoso, miman al cariñoso y elogian al intelectual, de manera que la presa no es capaz de percibir la realidad y comienza a depender de esa persona, que terminará maltratándola psicológicamente.
Las víctimas se caracterizan por ser personas bondadosas, honestas, generosas, optimistas, con fuerza espiritual… Son aquellas personas que presentan características que el depredador humano anhela y envidia, características que no ha tenido. Se convertirán en un chivo expiatorio responsable de todos los males.
Un depredador emocional busca a este tipo de personas, para absorberles su energía y vitalidad. Es decir, quieren absorber aquello que envidian.
Las víctimas resultan sospechosas a ojos de los demás, ya que el proceso de acoso moral ocurre de tal manera que hace que la víctima sea vista como culpable, ya que la gente se imagina o piensa que ésta consiente o es cómplice, conscientemente o no, de las agresiones que recibe.
A menudo, oímos decir que si una persona es víctima, es por su debilidad o carencia; pero por el contrario, podemos observar que son elegidas por algo que tienen de más, por algo que el agresor quiere apropiarse.
Pueden parecer ingenuas y crédulas, ya que no se imaginan que el otro es básicamente un destructor e intentan encontrar explicaciones lógicas. Comienzan a justificarse, intentando ser transparentes. Comprenden o perdonan porque aman o admiran, incluso consideran que tienen que ayudar porque son las únicas que comprenden al otro del todo. Sienten que tienen una misión que cumplir.
Mientras que el depredador emocional se agarra a su propia rigidez, las víctimas intentan adaptarse, procurando comprender qué desean consciente o inconscientemente su perseguidor y no dejan de preguntarse nunca por su propia parte de culpabilidad.
¿Cómo es el proceso de la depredación emocional o acoso moral?
El acoso moral suele darse en los entornos más cercanos, ya que se necesita esta cercanía, además de tiempo para generar confianza. Es un proceso de comienzo sigiloso y enmascarado.
Primero, se seduce a la víctima, y luego, logran que se deje influir para, finalmente, dominarla, privándola de toda la libertad posible.
La vinculación comienza con la seducción, con un juego de atracción irresistible. El depredador emocional falsea la realidad, operando por sorpresa y secretamente. No ataca de manera frontal, sino de manera indirecta para captar el deseo del otro, ese otro que lo admira y que le devuelve una buena imagen de sí mismo.
Consiste en hacer creer al otro que es libre. Se impide al otro que sea consciente del proceso, que discuta o que se resista, anulando sus capacidades defensivas y su sentido crítico de forma sigilosa, eliminando así toda posibilidad de que se pueda rebelar.
Cuando la relación se encuentra estabilizada comienzan a actuar cortando los lazos afectivos (familia, amigos, etc…) Así los depredadores emocionales consiguen que dependan emocionalmente de ellos, y comienzan a realizar las primeras paralizaciones, hasta que la víctima va perdiendo la confianza en ella misma.
Todo este proceso sucede de manera tan lenta y sigilosa que puede que ni las personas que estan a su alrededor lo noten. Siempre se oculta, se enmascara y se mantiene escondido.
Los depredadores emocionales son muy camaleónicos, adoptando los comportamientos de sus víctimas, ya que ellos no sienten, debido a la desconexión que se produce entre sus emociones y mente.
Poco a poco la víctima se va encontrando confusa y dudosa, estando su autoestima tocada por las estrategias del depredador emocional. En este momento, los agresores se erigen como los únicos salvadores de éstas con expresiones como:
-“La única persona que te puede comprender soy yo” “Qué sería de ti, sin mí”.
Lentamente la autoestima de la víctima ha sido afectada en cada una de sus áreas, ya sea el área personal o social. Se encuentran paralizadas, asustadas, inseguras, sin saber qué hacer o cómo reaccionar, porque el otro las confunde con sus comportamientos ambivalentes y vejatorios. Un día al levantarse pueden darles un beso o montarlas un conflicto.
Plantear un cambio por parte de la víctima, equivale a un conflicto.
Las víctimas son ninguneadas, humilladas, desvalorizadas. Recordemos que el depredador emocional desprecia a su víctima en su fuero más interno, envidiando y anhelando todo lo que poseen y ellos no tienen.
Se encuentran en una jaula emocional, donde su agresor se mantiene en continua alerta y control. La víctima no puede salir sin decir dónde va o con quién, llevando consigo el móvil porque si no puede haber un conflicto. Pero por el contrario, el depredador emocional sí puede hacer lo que quiera.
La victima vive para las recompenzas, los momentos buenos que su depredador le de, aun cuando estos sean solo muy esporadicos.
Por último, se produce el alejamiento del depredador de la víctima. Acto que llevan a cabo porque saben que sus víctimas se encuentran capturadas. Siendo objetivo continúo de desprecios.
Las víctimas, en todo el proceso, son objetos para el depredador emocional. La mayoría de éstas al final del proceso se encuentran anestesiadas, sin ser capaces de sentir ni odio ni amor autentico pero si la vinculación por esa dependencia emocional de que lo están pasando mal.
Con el paso de los años, puede ver de manera consciente y racional lo que las ha sucedido, pero les resulta casi imposible desligarse emocionalmente de ellos.