El amor es
totalmente responsable. El miedo evita la responsabilidad, aunque esto no
significa que no sea responsable. El intento de evitar la responsabilidad es
uno de los errores más grandes que cometemos, porque cada acción tiene una
consecuencia. Todo lo que pensamos, todo lo que hacemos, tiene una
consecuencia. Si hacemos una elección, obtenemos un resultado o una reacción.
Si no la hacemos, también obtenemos un resultado o una reacción. De un modo u
otro, siempre experimentamos las consecuencias de nuestras acciones. Esta es la
razón por la cual todo ser humano es totalmente responsable de sus actos,
aunque no quiera serlo, ya que aun cuando otras personas intenten pagar por sus
errores, al final acaba pagando por ellos, y en esas ocasiones, el doble.
Cuando otras personas intentan hacerse responsables de ti sólo consiguen
aumentar el drama.
El amor es
siempre amable. El miedo es siempre rudo. Con el miedo nos llenamos de
obligaciones, de expectativas, perdemos el respeto, evitamos la responsabilidad
y sentimos lástima. ¿Cómo podemos sentirnos bien cuando el miedo nos hace
sufrir tanto? Nos sentimos víctimas por todo, enfadados o tristes, celosos o
traicionados.
El enfado
no es otra cosa que el miedo cubierto con una máscara. La tristeza también es
el miedo cubierto con una máscara. Y los celos son miedo cubierto con una
máscara. Y con todas esas emociones que provienen del miedo, y que nos causan
sufrimiento, únicamente somos capaces de fingir la amabilidad. No somos amables
porque no nos sentimos bien, y tampoco somos felices. Si estás en el camino del
amor, no tienes obligaciones, no tienes expectativas. No sientes lástima de ti
mismo ni de tu pareja. Todo te va bien y esa es la razón por la que siempre hay
una sonrisa dibujada en tu rostro. Te sientes bien contigo mismo, y como eres
feliz, eres amable. El amor siempre es amable y esa amabilidad te convierte en
una persona generosa y te abre todas las puertas. El amor es generoso. El miedo
es egoísta; sólo se ocupa de uno mismo. El egoísmo cierra todas las puertas.
El amor es
incondicional. El miedo está lleno de condiciones. En el camino del miedo, te
amo si permites que te controle, si eres bueno conmigo, si te ajustas a la
imagen que he creado de ti. Construyo una imagen de cómo deberías ser, y dado
que no eres y nunca serás como esa imagen, té juzgo por esa razón y te declaro
culpable. En muchas ocasiones, incluso llego a sentirme avergonzado de ti
porque no eres lo que yo quiero que seas. Si no te ajustas a la imagen que yo
he creado, me avergüenzas, me enfureces, no tengo la menor paciencia contigo.
Sólo finjo ser amable. En el camino del amor no hay ningún «si»; no hay
condiciones. Te amo sin que hayan razones ni justificaciones de por medio. Te
amo tal como eres y eres libre de ser tú mismo. Si no me gusta tu forma de ser,
entonces será mejor que busque a alguien que sea como a mí me guste. No tenemos
el derecho de cambiar a nadie y nadie tiene el derecho de cambiarnos a
nosotros. Si cambiamos será porque nosotros queremos cambiar, porque no
queremos seguir sufriendo.
En el
camino del miedo tenemos tantas condiciones, expectativas y obligaciones que
inventamos muchas reglas a fin de protegernos contra el dolor emocional,
cuando, lo cierto es que no debería existir ninguna regla. Estas reglas
perjudican la calidad de los canales de comunicación entre nosotros, porque,
cuando tenemos miedo, mentimos. Si tu expectativa es que tengo que ser de una
manera determinada, entonces yo me siento obligado a ser de ese modo, aunque en
realidad no soy lo que tú quieres que sea. Entonces, el día que soy sincero y
me muestro tal como soy, te sientes herido, te enfadas, así que te miento
porque temo tu juicio. Tengo miedo de que vayas a censurarme, a declararme
culpable y a castigarme. Y después, cada vez que te acuerdas de ese error, me
castigas sin cesar por él.
Con la otra
mitad podemos compartir, disfrutar, crear juntos el sueño más maravilloso. Pero
ella seguirá teniendo siempre su propia voluntad, su propio sueño, un sueño que
jamás podremos controlar por mucho empeño que pongamos en ello. Entonces, ante
una situación así sólo podemos hacer dos cosas: bien crear un conflicto e
iniciar una guerra de control o bien convertirnos en compañeros de juego y
formar un equipo. Los compañeros de juego juegan junto a los jugadores del
equipo, pero no contra ellos.
En el
camino del amor existe la justicia. Si cometes un error solamente pagas una vez
por él, y si realmente te amas a ti mismo, aprendes de ese error. En el camino
del miedo no existe la justicia. Te obligas a pagar miles de veces por el mismo
error. Haces que tu pareja o tu amigo pague mil veces por el mismo error, lo
que provoca un gran sentimiento de injusticia y abre muchas heridas emocionales.
Después, por supuesto, te preparas para fracasar. Los seres humanos hacen
dramas de todo, incluso de las cosas sencillas y pequeñas. Pero si vemos esas
desdichas en las relaciones normales del infierno es porque las parejas están
en el camino del miedo.
Si tomamos
parte en una guerra sobre el control es porque no tenemos respeto. La verdad es
que no amamos. Se trata de egoísmo, no de amor; el único propósito es el de
recibir las pequeñas dosis que nos hacen sentir bien. Cuando no tenemos
respeto, iniciamos una guerra de control porque cada persona se siente
responsable de la otra. Tengo que controlarte porque no te respeto. Tengo que
hacerme responsable de ti porque cualquier cosa que te suceda a ti va a herirme
a mí y yo quiero evitar el dolor. Entonces, si veo que no estás siendo
responsable, te machacaré incesantemente para intentar que seas responsable,
pero «responsable» desde mi punto de vista. Y eso no significa que yo tenga
razón.
En el
camino del amor, se da más que se toma, y por supuesto, te amas tanto a ti
mismo que no permites que la gente egoísta se aproveche de ti. No buscas la
venganza, pero te comunicas con claridad. Dices: «No me gusta cuando intentas
aprovecharte de mí, cuando me faltas al respeto, cuando eres rudo conmigo. No
necesito que nadie me maltrate ni verbal ni emocional ni físicamente. No
necesito oír tus imprecaciones constantemente. No es porque yo sea mejor que
tú, es porque amo la belleza, amo la risa, amo la diversión, amo el amor. No es
que yo sea egoísta, es sólo que no siento la necesidad de tener a una gran
víctima por compañía. No significa que no te ame, pero no puedo
responsabilizarme de tu sueño. Si quieres mantener una relación conmigo, tu
parásito se encontrará con muchas dificultades, porque no reaccionaré en
absoluto a tu basura». Esto no es egoísmo; esto es amor hacia uno mismo. El
egoísmo, el control y el miedo romperán casi cualquier relación. La
generosidad, la libertad y el amor crearán la relación más bella: una continua
aventura romántica.
Fragmento. la maestria del amor. Miguel Ruiz.
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