martes, 22 de enero de 2013

Separados al nacer.

Generalmente vuelvo a los lugares donde me senti como en casa.
Y generalmente me recargo en el sillon, fumo tranquilo las platicas y los recuerdos.
No funciona mi cabeza en agonia con mi conciencia
por que cuando mi conciencia mata mis pensamientos
entonces la cabeza me tortura en la condena.
Ahora he decidido no regresar, no por que te quiera menos
si no por que cerraste la puerta, y yo olvide donde deje las llaves.


Qué barbaridad, los ojos con los que me miras. Titubeas entre mis dientes y la mirada, no se si es anormal que me mires a dos lugares a la vez. Te detienes un instante en el labio inferior, y luego en el parpado derecho. Me da igual que me muestre sereno o calmado, no se cuanto lo investigo con el olor de tu shampoo. Juegas con tu cabello y yo lo miro cambiar de suelto a agarrado una y otra vez, y lo enredas y lo separas, una orzuela aquí una punta separada allá. Me manipula tu sonrisa, los dientes anormalmente blancos y los incisivos estrellados. Me gusta que me hables con alguna pregunta estúpida, alguna frase de rutina, ese saludo cordial de a medio día. He de estar encerrado en los cristales de esos lentes, he de estar entre los tirantes de tu blusa. Contigo me iría la tarde entera uniendo las pecas de tu nariz o la noche imaginando ¿ah que carajos sabe la comisura de tu boca? Tienes palabras para todo, tu lengua se mueve tanto que si escribiera un libro con lo  que dices dejarías en ridículo a los escritores. Y tus historias aburrirían a más de alguno, y excitarían hasta un exigente crítico. Eres a veces insoportable, eres cálida y medio contradictoria, una total pérdida de tiempo, tanto así, que si me invitaras a tomar tu mano, la aferraría tan fuerte que aunque quisieras, no podrías soltarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario