Y generalmente me recargo en el sillon, fumo tranquilo las platicas y los recuerdos.
No funciona mi cabeza en agonia con mi conciencia
por que cuando mi conciencia mata mis pensamientos
entonces la cabeza me tortura en la condena.
Ahora he decidido no regresar, no por que te quiera menos
si no por que cerraste la puerta, y yo olvide donde deje las llaves.
Qué
barbaridad, los ojos con los que me miras. Titubeas entre mis dientes y la
mirada, no se si es anormal que me mires a dos lugares a la vez. Te detienes un
instante en el labio inferior, y luego en el parpado derecho. Me da igual que
me muestre sereno o calmado, no se cuanto lo investigo con el olor de tu
shampoo. Juegas con tu cabello y yo lo miro cambiar de suelto a agarrado una y
otra vez, y lo enredas y lo separas, una orzuela aquí una punta separada allá.
Me manipula tu sonrisa, los dientes anormalmente blancos y los incisivos
estrellados. Me gusta que me hables con alguna pregunta estúpida, alguna frase
de rutina, ese saludo cordial de a medio día. He de estar encerrado en los
cristales de esos lentes, he de estar entre los tirantes de tu blusa. Contigo me
iría la tarde entera uniendo las pecas de tu nariz o la noche imaginando ¿ah que
carajos sabe la comisura de tu boca? Tienes palabras para todo, tu lengua se
mueve tanto que si escribiera un libro con lo que dices dejarías en ridículo a los
escritores. Y tus historias aburrirían a más de alguno, y excitarían hasta un
exigente crítico. Eres a veces insoportable, eres cálida y medio
contradictoria, una total pérdida de tiempo, tanto así, que si me invitaras a
tomar tu mano, la aferraría tan fuerte que aunque quisieras, no podrías
soltarme.