Abrí la puerta sin esperar verla llegar, con
una blusa negra, con un escote en la
espalda y una minifalda de mezclilla que
acompañaban unos planos zapatos rojos.
-¿Qué haces aquí?, -No
hables Manuel. No se si me arrepentiré
de esto, pero estuve pensándolo todo el día…- No alcancé a cerrar la puerta tras de mi,
cuando ya me hacia presa de un beso apasionado, húmedamente tibio. Y la “maldita
dulzura “sonaba en el fondo, y vetusta
morla, nos hacía más intenso el ambiente que en ese momento prescindía, para lo que
estaba por venir. Me abalancé contra sus labios y la brevedad de su cintura la
abarcaron mis brazos, en el barniz de su boca se celebraba con el néctar de su
saliva.
Y caminamos sin voltear hasta caer en el
sillón de mi sala, se montó sobre mis piernas y yo pude buscar morder su cuello, como una bestia
en asedio, sentí su pecho retorcerse sobre si misma, y lanzar un respiro
emocionado. Y siguió besándome por la
mejilla mientras yo la besaba donde podía, puse mi palma sobre su cara para
seguir con su yugular, pero sentí como mordió mi pulgar con una ligera presión,
y yo lo retiré ligeramente sorprendido. Rió divertida y se puso de pie mientras
yo la miraba jadeante. La música terminó Y la miré quitarse los zapatos mostrándome la elasticidad de su espalda,
dejándome ver una vista increíble de sus
piernas largas y delgadas, hermosas como solo ella podía tenerlas, y me desarme
cuando al incorporarse llevó su pierna con su pie descalzó lo poso hasta mi
muslo. Se quedó mirándome, con unos ojos
que preguntaba “¿Qué harás?” Y yo cansado de tanta arrogancia, la cargué sobre
mi hombro y ella gritó pataleante, que la soltara, pero no paré con ella hasta
que la pusé sobre la cama indefensa y
agitada con el corazón latiendo rápidamente, con su cabello lacio y negro desperdigado
por toda la cama, pusé mis ojos sobre sus ojos abiertos de par en par y retiré
con mi mano izquierda un poco de su cabello que descansaba en su frente, la
besé despacio por cada arruga del labio, sus manos jugaron por mi torso e
intentó desabotonar mi camisa, cuando me levanté para ayudarla. Yo me encargué
de la camisa y ella hizo lo mismo con el cinturón, que retiré fácilmente y
arrojo lo más lejos posible. Acaricio con sus dedos delgados y la punta de las
uñas, desde mi ombligo y hasta donde alcanzó mi pecho. Luego me jaló hacia ella
para abrazar mi espalda. Me hice a un
lado – Es tu turno.- Y recostado junto a ella, le acaricié por debajo de la
blusa, sin decir nada, solo mirándole a los ojos. Gustaba ver su expresión, sus
ligeras sonrisas y después entrecerrar los ojos para dejarse llevar. Y se alzó
un poco para sacarle la blusa que dejó al descubierto, un infantil torso, con
unos tiernos senos, apenas cubiertos con un ligero sostén que ayudó a quitarse. Le besé la cintura y lamí su piel, solo para averiguar sí era
verdad que sabía a chocolate, no era así, pero no importaba, era surrealista
que su piel tan morena como el dulce, no tenia nada que ocultar. Subí hasta sus pezones, que pequeñitos como
el centro de una flor sobresalían de su piel, y los besé con ternura
delicadamente para no hacer ningún daño no quería deshojarlos y me bastaba con
humectar sus pétalos con las papilas de mi lengua, roce a roce pude sentir que
se estremecía entre mis garras y yo
insistente lamí hasta saciar mi boca, que ansiaba desde hace tiempo, localizar
los botones de su corazón. Y regrese a
su boca, sus manos apretaron fuertes mi cabeza contra la suya hasta morder
ligeramente mi labio inferior. ¡ouch! Pensé,
pero no dije nada y solamente descubrí que estaba ante una mordedora que gozaba
de la carne humana.
Y la separé un poco sin dejarme llevar por la
prisa, la abracé contra mi pecho, para sentir su calor. Y de nuevo se puso de
pie y disfrutando ser observada mientras yo quedaba sobre la cama, traviesa se
despojó de su falda, al mismo tiempo que yo retiraba mi pantalón. Se arrodilló
sobre la cama y yo la observé detenidamente, era la imagen mas hermosa del mundo,
sus bragas de niña con colores brillantes, eran pequeñas y misteriosas, luego
se revolvió, entre las sabanas, como una oruga se metió entre mis cobijas y
me miraba con esos enormes ojos pelones, que otra ves me preguntaban “ ¿Qué harás?”
- Me puse de pie, ya era tarde y estaba
el cuarto solo iluminado por la casi ausente luz que terminaba por entrara por
la ventana, ella me miro desconcertada, y cerré la persiana y el cuarto quedo
en completa oscuridad. Me escondí entre las tinieblas y escuche su respiración
como se agitaba segundo a segundo, por la ansiedad, luego la escuché arrojar un
pequeño grito al descubrirme que me escurrí por debajo de las sabanas desde sus
pies y no me detuve hasta quedar frente a frente bajo las mantas.
Sentir su cuerpo casi desnudo,
entre el mío en una experiencia memorable, nos fundimos en caricias
repetidas de cada centímetro de la piel, alrededor de 165 centímetros de todo
lo que sentía por ella.
En la oscuridad se agudizan los sentidos, la
sensibilidad aumenta el olfato se hace mas delicado y puedes disfrutar mejor de
la compañía, explore su anatomía, sin limitar mis recursos, después de la
tormenta de besos, que nunca dudábamos en continuar bajé un poco para continuar con mi boca, y
usando mis dedos, deslice sus pantaletas
por sus piernas y dejé al descubierto su intimidad. Y la acaricie entre mi
lengua y mis labios, sintiendo el aroma de su
ser, que me invitaba a siempre seguir con mas. Sus dedos se enterraban en mi espalda y
dejaba muy en claro que el placer la hacia estremecerse en mi cama. Con la docilidad de una criatura ella me
llamo hacia un lado, y me invito a estar dentro de si, frente a frente
recostados, sentí como suavemente llevoseme a su interior y quedamos palmo
abrazados mientras yo sentía como un vaivén nos acercaba mas y mas , con su
pecho apretado contra mi y sus manos encarnándose en mi espalda. Y estuvimos así por unos minutos inundados en
sudores con nuestras voces apagadas en una respiración que nos dejaba sin
aliento a cada exhalación. El momento fue inolvidable, algo mágico, al darnos
cuenta que como si de almas gemelas nos tratáramos llegamos juntos a la cúspide
de la montaña, solo para lanzarnos del risco mas alto y quedar sumergidos en el
mar de nuestro cansancio.
Esa noche, durmimos juntos, y al despertar, me
di cuenta que estaba completamente solo, ella se había ido, solo esperaba que
por lo menos no estuviera con el. Deseo que no seas feliz con el dije, mientras
enrollaba un cabello suyo que encontré en mi almohada. Para que vuelvas aquí…